Querida divulgación cultural.
El historiador del arte y divulgador Iván Trujillano realiza una reflexión sobre la actualidad de la divulgación cultural en redes.
Manolo Barrios J. nos presenta su manifiesto Reversión de lo poético. Emerge la Honestidad Radical, un ensayo autocrítico y cautivador que invita cuanto menos a la reflexión.
Diseño del Ballet Triádico de Oskar Schlemmer.
«Bajo el manto frustrante de la desesperación que causa la incertidumbre rampante a la que nos vemos sometidos a día de hoy, donde la esperanza de un futuro prometedor se nos diluye, odio y me odio, odiándome más también por ello. Odio por no saber. No saber si mi angustia tiene causa externa o interna, si es modificable por mis actos o si simplemente debo asumirla y tirar palante. Paralizante. "No puedes dejar que esa angustia paralizante te domine", me ha dicho hoy mi padre. Tiene razón. Por eso esta vez al menos voy a explotarla. Y sí, esto va a ser otro puto relato autobiográfico introspectivo, pedante, depresivo-narcisista y ególatra en el que no llego a ninguna conclusión efectiva, igual que me ha pasado las quinientas mil veces anteriores que, para evitar matarme de alguna manera satisfactoria y anecdótica (nota al pie 1), me he puesto a escribir. Y qué mejor cosa para justificar mis trances artísticos (já) que hacer como en Granada en el 83 y recoger su estela (La otra sentimentalidad) para fundar una corriente. Allá va. Queda fundada la Honestidad Radical: movimiento en contra de la tendencia a generar "ficciones" con el objeto de dar sentido y relatar subterfugiamente (si crees que esta palabra no existe, ver este fragmento de La Colmena) lo que nos afecta, asumiendo que, precisamente ejecutando la maniobra contraria, es decir, admitiendo la autoatribución del contenido de la obra, nuestro relato se muestra en su total magnitud y potencia, al mismo tiempo que hace sinergia con el acto en sí que supone asumir la propia vulnerabilidad de adjudicarse dichos afectos expresados en la obra. Básicamente, hablando en plata, no hacer la típica triquiñuela de contarle a tu terapeuta que has ido a verle porque tienes un ""amigo"" al que resulta que le gusta chupar picaportes (nota al pie 3) y te preocupa su actitud, sino tener un par de los genitales que tengas o quieras tener y contar TU historia con pelos y señales con la frente bien alta.
Para la defensa de este movimiento parto de la idea controvertida de que realmente cualquier ficción es en origen y quizás en fin, autoficción. Admito, por otro lado, que si consideras que la realidad es un poco aburrida, se puede adornar con detalles y arreglos para que adquiera mayor calidad, pero siempre y cuando no afecte al relato principal y su mensaje (si es que lo hay, que siempre lo hay, se quiera o no). Además, esto no implica en absoluto hablar de dicha realidad de una manera directa, literal o prosaica. En absoluto. Borges, en una entrevista de 1975 afirma que hay quien le ha acusado de frialdad ya que él nunca se ha confesado directamente en su obra, sino que siempre ha recurrido al uso de símbolos para descubrir su desnudez y al mismo tiempo hacerlo con pudor. Mi opinión es que hasta cierto punto Borges admite aquí mi tesis de que toda ficción no es más que autoficción maquillada, la cual surge, como digo, ante la necesidad de ocultar nuestras vergüenzas poéticas. De esa forma construimos un caballo de Troya con nuestras vivencias dentro, para realizar catarsis al mismo tiempo que las trasladamos de forma elegante a un público. Es por eso que creo que hay que ir un paso más allá, arrancarse el pudor del pecho y hacerse un gorro con él. Porque sinceramente, creo que esto está al alcance de todos. Y es que al igual que no existe actor malo sino director malo, no existe historia mala sino cuentacuentos malo. Y como todo es cuestión de práctica e historia y en esta casa somos anti esencialistas, partimos del a priori de que todo el mundo tiene algo que contar y si quiere y (porque no nos vamos a engañar con el discursito new age recalcitrante) mínimamente posee las condiciones de posibilidad de su emersión, puede contar bien una buena (o mala, como digo, da lo mismo) historia. Asimismo, y aquí reside la chicha y el problema, devenir vulnerable en este mundo hostil es tan traumático como liberador y, quizás lo más importante, es uno de los pocos movimientos políticos efectivos que podemos realizar en una sociedad regida por un paradigma individualista, el cual ha alcanzado tal aceleración e inercia, que el propio acto de organización social parece una utopía inalcanzable. Además, especialmente desde el paradigma de la masculinidad, siempre se ha partido de la preconcepción de que el hacerte o mostrarte vulnerable te hace más débil; no obstante, movimientos previos y similares a este, como el de Suavidad Radical (os animo a investigar más sobre el tema), defienden que, por el contrario, el hacerte vulnerable al final solo te hace más fuerte, pensamiento que suscribo.
Existe cierto discurso por parte de determinados sectores de la izquierda, intelectual y no tan, que afirman que los actos individuales carecen de sentido o no sirven para nada, ya que quedan desdibujados y homogeneizados en las tendencias colectivas, haciendo de su propio ejercicio un acto inútil y yermo. Y bien, estoy parcialmente de acuerdo. Nadie cambia nada solo. Es imposible. Pero la individualidad absoluta como tal no existe. De facto. Toda individualidad se ha construido en base a la negación de otras individualidades, en base al otro, que al actuar de manera conjunta en el mundo conforman esa primera individualidad. Por lo tanto, no existen en última instancia actos puramente individuales, ya que si mi ego se construye frente al otro ego, solo necesito el cambio de uno de ellos para estimular el cambio del siguiente, y así hasta el infinito colectivo. ¿Significa acaso eso que haya que quedarse únicamente en los actos ya ex-individuales y no organizarse? En absoluto; no quiero pecar de optimista. Pero quizás y solo quizás, ante el panorama que nos atraviesa y nos alberga, haya que hacer ese doble movimiento: el de ejercer actos ex-individuales con el objetivo de cambiar con el hábito (hexis aristotélica) nuestra propia subjetividad y la de nuestros círculos afectivos cercanos, al mismo tiempo que mediante la organización generamos redes de cooperación y lucha que combatan el sistema neoliberal capitalista. Y yo sé que con la Honestidad Radical no estoy inventando más que la pólvora, ya que por un lado, la Historia del Arte ya se ha aplicado este cuento algunas veces (aunque la tendencia haya sido la contraria) y por otro, lo único que pretendo es simplemente que seamos capaces de mostrarnos abiertamente, tanto en nuestros defectos como en nuestras virtudes, asumiendo que somos cuerpos que afectan y se afectan y no mercancías donde solo se promociona lo "bueno", lo "útil" o un frívolo valor estético. Por eso, si el sistema únicamente apela a nuestros factores "positivos" y nos cosifica a través de ellos (haciendo así que el capital siga circulando y autogenerando sus propias condiciones de generación y reproducción), a través de esta subversión podremos, por el contrario, afirmarnos de manera honesta y radical junto con nuestra realidad más absoluta, tanto positiva como negativa, para así llegar a provocar una brecha en esta apelación. En definitiva: hacer autocrítica y aspirar al apoyo y la compresión. Experimentar con lo poético de nuestra existencia sin que nos perturbe hasta cierto punto lo poco deseables que bajo los parámetros de este depredador sistema podamos llegar a transformarnos con nuestra honestidad. Dejar de ser mercancías, y empezar a ser cuerpos autoconscientes, autónomos y organizados. Porque, no nos (auto)engañemos, tenemos ya poco que perder, y puestos a perderlo todo, hagámoslo mostrando quienes fuimos, quienes somos y quienes queremos ser. »
Manolo Barrios Jiménez
Granada, de madrugada.
Notas al Pie:
Haciendo paracaidismo sin paracaídas con una vía de morfina goteando rapidito en la versión nihilista; inmolándome en la sede de Antena 3 en la vía política (nota al pie 2); cortándome las venas mientras bebo un buen vino y me fumo un porro como mi cabeza mientras veo la puesta de sol en algún tejado de la ciudad, en la versión cobarde-realista.
Es broma, señor fiscal, aunque por poner un nota al pie con otra nota al pie sí que debería ir a la cárcel.
Os aseguro que el resto de ejemplos que se me han ocurrido eran mucho más grotescos que este, pero bajo las condiciones actuales encuentro que hay cierto terror biológico en esto.
Relación de fotografías y manifiesto: Oskar Schlemmer era un profesor de la Bauhaus, una escuela que basaba gran parte de su diseño en la honestidad y pureza de las formas y en la funcionalidad del diseño. Uno de los proyectos de Schlemmer fue El Ballet Triádico (1922): una anti-danza o especie de constructivismo coreográfico que contó con la música de Hindermith. Una obra que explora la anatomía y el dinamismo humano a través de las formas geométricas, la abstracción y tradición presente en el ahora. Esta pieza se convertiría en el símbolo de la reforma de la danza y de la escenografía teatral, y su nombre 'Triádico' (en referencia a las tres partes en las que se divide la obra, y a los tres bailarines que la desarrollan), sería conocida como la fusión entre danza, vestuario y música, dando lugar a una honesta síntesis del pasado y del presente.
Editado por Isabella S. Casto
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