Querida divulgación cultural.
El historiador del arte y divulgador Iván Trujillano realiza una reflexión sobre la actualidad de la divulgación cultural en redes.
Querida divulgación cultural… han pasado cuatro años. Fue en
tiempos de pandemia, encerrados entre cuatro paredes, cuando nos aventuramos
por tu pedregosa vereda. Eran días de mucho cine, series, lecturas pendientes y
mucho tiempo para pensar. Tal vez demasiado. En aquel preciso instante, entre
llantos y lamentos, decidimos emprender tu camino. ¡Cómo pasa el tiempo!
No teníamos medios, ni tampoco recursos; pero sí varios ejemplos en los que fijarnos. Porque cuando nosotros comenzamos, muchos habíais labrado una senda a seguir. Casi pareciera que los hilos de El Barroquista siempre existieron; y es que Miguel Ángel Cajigal, aun siendo el mejor en su campo, nunca ha titubeado en ayudar a quienes comienzan este arduo camino.
Un camino, mi estimado lector o lectora, que no sería posible sin mucha pasión. Pasión por el arte, el cine, la música, la poesía y todos los palos culturales habidos y por haber. Este es el gran secreto de la divulgación, puesto que sin devoción no hay resultados. El trabajo, hecho con cariño y rigurosidad, se hace notar. También con mucho altruismo, puesto que pocos son los divulgadores -si es que existen, en nuestro campo- que puedan vivir de su labor.
Recuerdo con mucha añoranza a figuras que todavía siguen vigentes hoy día; La Venus de Urbino, la gran Laura Delgado; Marte de Velázquez, quien vive por y para el arte; La Heredera de Lilith, María Ponce, y su incansable investigación sobre arte y género; el profesor Fernando Plaza, Luis Pastor y sus notorias intervenciones en Pasquino, Pablo Begué, David Bokeh, Arte Compacto… Tantos y tantas que sería imposible mencionaros, y de quienes todavía continuamos aprendiendo muchísimo.
Qué decir de las personas que consumís contenido cultural. Aún cuando no teníamos más de veinte likes, algunos de esos me gusta continúan figurando hoy en las estadísticas. Seguidores incondicionales que apoyan nuestros artículos, vídeos, publicaciones, hilos o el lanzamiento de cada número. Si leéis estas líneas, ¡gracias, gracias y gracias! Porque juntos formáis la red que otorga consistencia a nuestra comunidad. Nada tendría sentido sin vuestro agradecimiento.
Este punto conduce a uno de los temas que no quisiera dejar en el tintero: la necesidad de apoyo en el sector cultural. Recientemente, leí una publicación de la divulgadora Clara González, en la que exponía algunas trabas -¡más de las que de por sí existen!- que nos encontramos desempeñando nuestra labor. Y es que si de por sí la divulgación artística no genera, por ejemplo, lo mismo que el deporte o los videojuegos, no podemos permitirnos el lujo de colocar piedras en nuestro propio camino.
Me explico.
Clara exponía que, si bien había abierto medios para que su público donase, y así adquirir ingresos a través de donaciones, se sentía mucho más cómoda promocionando alguna marca que procediese en su contenido. Hasta aquí bien, pero, ¡sorpresa! -O quizás no- Algunos consumidores se mostraban descontentos con este hecho, y discrepaban con el hecho de que la mencionada divulgadora adquiriese algún beneficio económico por su labor. Este suceso, tras horas y días; tras semanas y meses de trabajo, no es del agrado de nadie.
Y puede que alguien se pregunte: Está bien, pero, ¿qué tiene que ver esto con que nos pongamos piedras en nuestro propio camino? Me dispongo a responder esta cuestión.
Si bien convivimos en un mercado capitalista, en el que cada empresa es competencia de su empresa vecina, de la empresa de la esquina y, por qué no, de la empresa del barrio menos cercano… no puede suceder lo mismo en nuestro sector. En la divulgación cultural, el apoyo entre compañeros es fundamental. Las colaboraciones, los likes, compartir el trabajo del otro y, por supuesto, consumir el mismo. Esto debiera entenderse como una obligación fundamental.
Ojo, no estoy pidiendo que lo consumamos todo. Evidentemente, hay contenidos que nos gustan más, que nos gusten menos; que nos parezcan de mayor, o menor calidad. Pero no olvidemos que, en este mundo paralelo de redes sociales y plataformas, podemos ayudar con muy poco. Con un mero me gusta, compartiendo, comentando… ¿Por qué no aplicar estos pequeños pasos con quienes lo merecen? Podríamos lograr construir una comunidad fascinante.
Más allá de los algoritmos digitales, en Dosis Kafkiana apostamos igualmente por una divulgación que casi pareciera ya obsoleta, pero que nos negamos a dejar morir: el papel. La revista física, la de toda la vida. Artículos, poemas, críticas, reflexiones, noticias culturales… el olor del papel junto con un café o té durante la mañana. Queremos seguir divulgando en redes, pero también a través de las páginas.
Por ello, quisiera poner hincapié en recalcar cuánto ayudáis adquiriendo -por ejemplo- una revista. ¡Pero no solo eso! ¿Qué nos cuesta comprar un poemario a nuestra amiga? ¿Y adquirir un ebook de la nueva novela de nuestros compañeros? ¿O un diseño digital que nos guste de alguna diseñadora freelance? Son pequeños detalles que ayudan a seguir construyendo esta maravillosa red cultural.
Para concluir, no querría más que agradecer a todos mis compañeros y compañeras que, con mucha pasión y profesionalidad, se dedican a la divulgación cultural. También, una vez más, a quienes consumís su contenido. Recordad, siempre, que la sensibilidad artística nos hace mejores personas; abre nuestra mente, mejora nuestra empatía y, por ende, nuestra inteligencia emocional.
Querida divulgación cultural… han pasado cuatro años. ¡Bienvenidos sean cuántos se sucedan! Gracias por vuestra lectura.
Iván Trujillano