¿Para qué sirve un museo? Ensayo Crítico. 

18.05.2021

La útil inutilidad de un templo secular, el fuego contagioso y la transmisión de una riqueza sin empobrecimiento.

En celebración del 18 de MayoDía Internacional de los Museos, Isabella S. Casto Salvucci nos presenta un ensayo crítico que reflexiona sobre la pregunta: 
¿Para qué sirve un museo?


«Cuando me planteé en un primer momento la pregunta ¿Para qué sirve un museo? me encontré depleta de cualquier tipo de afirmación o certeza que haya podido tener, hasta entonces, acerca de un museo. Y no porque no le encontrara funciones o servicios, sino porque me atormentaba el propio hecho de tener que desglosar estas funciones o servicios: servir, atender, cumplir, entregar, ejercer, utilizar, etc.; todos sinónimos en búsqueda de la función o de la utilidad, todas palabras que hieren la sensibilidad con la que me dispongo a hablar. Habitante de un mundo extremadamente enfermo y consumido por la avaricia del posible valor económico de cualquier acción, me asusta contemplar un museo como algo al que se le pueda deformar para que nos sirva. Por tanto, quizá la pregunta a la que me elijo enfrentar no será necesariamente para qué sirve, sino que serán más bien ¿para qué no sirve? ¿Para quién sirve? ¿Cómo sirve? ¿Sirve para algo, o más bien como fin en sí mismo? ¿Sirve siquiera? Sin duda no es una cuestión planteada con novedad, ya que multitud de autores, educadores, filósofos, artistas y grandes pensadores han reflexionado sobre lo mismo: un mundo donde parece ser que una obsesiva búsqueda de lo útil ha terminado por volver inútil la vida misma.

Museo Thyssen-Bornemisza Madrid

Nuestros conceptos de utilidad y función los heredamos -como de costumbre- de los clásicos. La utilidad: clave para la comprensión de todo. Desde los Sofistas, Sócrates o Platón, quienes hablaban constantemente de la utilidad de las cosas, de la belleza o del arte (oscilando en mayor o menor grado entre la moral, el bien, la virtud o la verdad), hasta los Estoicos, quienes cuestionaban las cosas por sí mismas, independientemente de su utilidad; desde los Epicúreos hedonistas quienes compaginaban la utilidad y el placer, hasta los Pitagóricos o Aristóteles, quienes la repudiaban con su purificación mediante la catarsis. Omnipresente, en mayor o menor medida, lo útil formaba parte de la concepción vital de nuestros clásicos y, por lo tanto, la utilidad y la función son aspectos intrínsecos en nuestra concepción como sociedad occidental. Por otro lado, destaco ahora el concepto griego de la inspiración; clave para cualquier poeta cuya posesión de sabiduría buscara cualquier tipo de  utilidad. Esta inspiración, entusiasmo, endiosamiento o divina condición -sobrenatural para algunos, tensión interna de fantasía para otros- me atrevo a interpretarlo como curiosidad (Tatarkiewicz, 1991: 252) -pero esto lo trataremos más adelante-.

Museo Thyssen-Bornemisza Madrid

En el manifiesto simple y cautivador de La Utilidad de lo inútil, Nuccio Ordine describe a la perfección esta paradójica utilidad, no como "la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que producen beneficios", sino como "la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista". Aquellos saberes y aquellas cosas que "son fines por sí mismos y que -precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial- pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad". Ordine considera útil "todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores" (Ordine, 2018: 9); Ovidio decía que "no hay nada más útil que esas artes que no tienen ninguna utilidad" (Tatarkiewicz, 1991: 249).

Aquellos saberes y aquellas cosas que "son fines por sí mismos y que -precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial- pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad".

Nuccio Ordine

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

¿Hemos de medirlo todo, entonces, en cuanto a su utilidad o en cuanto nos pueda servir? Baudrillard decía que vivimos en un mundo inundado por la producción, reproducción, consumo y frenesí de símbolos; un mundo simulacro hiperreal, donde el medio es el mensaje (1), el valor abstracto predomina y todo lo que se observa se convierte en mero código fetichista; donde todo lo que vemos es tan real que incluso lo verdaderamente real se llega a obviar y por ende olvidar: las imágenes se convierten en píxeles, las personas en números y la sociedad en encuestas. Salir de esta hiperrealidad y volver hacia lo real es la única manera en la que podamos cambiar esta decadencia consumida y utilitaria; volver, mediante la verdadera reflexión sobre nosotros, nuestra sociedad y nuestras instituciones. Mario Perniola defiende que desde la época de la ilustración, tanto el periodismo, como la universidad y la política se han convertido -y han convertido- a esta sociedad en una "cultura utopista decorativa y sociedad implosiva mafiosa" (Perniola, 2011). ¿Hemos de olvidar, entonces, que el museo nace como una especie de institución aglomeradora de estas otras tres? ¿Que tanto el periodismo, como la universidad y la política no sólo han hecho y hacen uso del museo, sino que el museo ha hecho y hace nexo de ellas? ¿Hemos de obviar la paradójica situación que, mientras se muestra la museología cada vez más inclusiva, dinámica y globalizadora, hay una creciente disolución entre sociedad y cultura, fruto de la industria cultural que reduce la cultura a una cuestión de mero consumo? Hubo un momento, en los años 60, donde se palpaba gran desconcierto y hartazgo, perceptible por la abundancia de corrientes artísticas de tipo experimental y radical que cuestionaban el objeto artístico, su comercialización y el espacio museístico en sí: todos cuestionaban "su capacidad para hacerse comprender, su finalidad social y su proyección pública; su funcionamiento interno y su legitimidad histórica, su autenticidad y hasta la necesidad misma de su existencia" (Bolaños, 2003: 11). Un momento imprescindible de reflexión e inflexión.

Museo Thyssen-Bornemisza Madrid

Por tanto, reitero la cuestión: ¿Hemos de medirlo todo en cuanto a su utilidad o en cuanto nos pueda servir? Coincido con Ordine en su declaración de que: 

"La utilidad de los saberes inútiles se contrapone radicalmente a la utilidad dominante que, en nombre de un exclusivo interés económico, mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico y el horizonte civil que debería inspirar toda actividad humana" 

Nuccio Ordine.

El resultado de esta destrucción progresiva es la creciente dificultad del público en entender la importancia de la utilidad del conocimiento, de los artes y, por ende, de los edificios museísticos que nacen tanto como fin así como un medio (2).

La Madraza, Ronda

La solución para nuestra situación hiperreal implosiva, mafiosa y utilitaria es -en un principio- la reflexión (bien como se pudo apreciar a finales de 1960); opinión que concurre con la del propio ICOM que, en su 139ª sesión de 2019, sometió a votación -la cual ha sido pospuesta- una revisión y actualización de la propia definición de un museo (3). ICOM incita la reflexión en busca de una reformulación del concepto de museo que incluya "la unidad exclusiva, definitoria y esencial de éste"; que haga frente a "la sostenibilidad, la ética, la política, la sociedad, la cultura, la crisis de la naturaleza, los diferentes visiones del mundo, [y] las profundas desigualdades sociales"; que finalmente establezca "la función de los museos como expertos en la colaboración y el compromiso, [como] valiosos lugares de reunión e intercambio y como expresión de responsabilidad y transparencia" (4). Navegando por mares de opinión popular, para algunos, un museo es un cementerio de artistas muertos y objetos arcaicos inertes, mientras que para otros es un contenedor de belleza o un propio ser vivo que "respira". Hay quienes creen que un museo es un organismo relativo, el cual recoge tanto planteamientos universales y ambiguos así como detalles específicos y concretos; en el caso del arte, por ejemplo, un museo sería capaz de recoger el planteamiento humano de me gusta porque es una obra de arte, a la vez que recogiese el de es arte porque me gusta. Podríamos incluso contemplar al museo como las catedrales góticas de nuestra era: un espacio o habitáculo destinado a la introspección, nexo entre las verdades divinas del bien, uno o idea y todo aquel hombre que busca conocerlas. Un espacio donde "tiene lugar un ritual social que manifiesta la aceptación de una religión fundamentada en la experiencia estética" (Hernandez, 2011: 14). Templo secular de experiencia análoga -pasado, presente y futuro a la vez- el museo es el reino del conocimiento en la tierra; un espacio enciclopédico sin escrúpulos y accesible para todos, cuyas vidrieras o tesoros albergados emanan luz de una conversación común de toda la raza humana, continuada a lo largo del tiempo y de la historia.

Templo secular de experiencia análoga -pasado, presente y futuro a la vez- el museo es el reino del conocimiento en la tierra; un espacio enciclopédico sin escrúpulos y accesible para todos, cuyas vidrieras o tesoros albergados emanan luz de una conversación común de toda la raza humanacontinuada a lo largo del tiempo y de la historia.

Museo Thyssen-Bornemisza Madrid

Creo conveniente retomar la curiosidad mencionada previamente; la cual me atrevo a interpretar, partiendo de la inspiración, el entusiasmo o la divina condición tratado por nuestros clásicos. Ordine nos muestra a Aristóteles, quien defendía que el saber carece de utilidad práctica, que el conocimiento no constituye una ciencia productiva y que los humanos "comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración, [...] para huir de la ignorancia, [buscando] el saber en vista del conocimiento y no por alguna utilidad" (Ordine, 2018: 46). Esta búsqueda de algo que existe sólo para sí mismo -el conocimiento- no sería epicentral y duradera si no fuese por su elemento propulsor: el fuego de la curiosidad -condición intrínseca, contagiosa e insaciable del ser humano-. El mismo fuego contagioso que Kant definía como desinterés, que García Lorca describió como "grano de locura que todos llevamos dentro" (Ibídem: 67), que Boccaccio grabó en las personalidades de su Decamerón, que El Quijote de Cervantes exaltaba a través de su ilusión y pasión caballeresca, que Heidegger recomendaba en un viaje esencial hacia la autenticidad, con el que Einstein propiamente se justificaba, o que lleva alimentando la inquebrantable motivación de miles de investigadores de todos los campos. La curiosidad: un deseo totalmente inútil de satisfacer, que continuamente demuestra revelar utilidades completamente insospechadas; característica del pensamiento humano desde los comienzos de la historia, "que puede conducir o no a algo útil" (Flexner, 1939) y que debería ser el factor dominante de cualquier institución científica. El museo, por lo tanto, no sólo debe reconocer a la curiosidad innata del hombre como su factor dominante -con la esperanza de impulsar este contagio- sino protegerla, cultivarla, fomentarla y, sobretodo, aspirar a saciarla.

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

El museo, por lo tanto, no sólo debe reconocer a la curiosidad innata del hombre como su factor dominante -con la esperanza de impulsar este contagio- sino protegerla, cultivarla, fomentarla y, sobretodo, aspirar a saciarla.

Museo Guggenheim, Bilbao

El fuego contagioso y sediento sólo se sacia mediante la adquisición de conocimiento. El saber: vida, riqueza y poder. En un mundo donde cualquier cosa es adquirible al precio correcto, por mucho dinero del que uno disponga el verdadero conocimiento no se puede comprar -el saber es un obstáculo, en sí mismo, contra el dinero, el utilitarismo y los totalitarismos-. "El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse", una manera de desafiar la obsesiva búsqueda del beneficio; el cual no sólo "puede ser compartido sin empobrecerse" sino que, al contrario, "[enriquece] a quien lo transmite y a quien lo recibe" (Ordine, 2018: 111). Esta transmisión de riqueza se realiza a través de un proceso de comunicación; donde "no importa el lenguaje [...] que se usa, [sino el] lograr encontrar el modo de comunicar algo que de verdad sea representativo para los hombres de nuestro tiempo" (Hernández, 2011: 19). En la propia semiótica de un museo -bajo su concepción como lenguaje y medio de comunicación- cada elemento tiene un papel gramatical: la arquitectura ofrece diversas lecturas en cuanto a su contenido, la exposición es el "canal de comunicación que confiere [su] especificidad", se modernizan nuevas formas de comunicación (tecnología interactiva, multimedia audiovisual o realidad virtual), etc. (Ibídem: 13). Lawrence Alloway decía que un "museo debe verse en relación al resto del mundo [...] como un sistema de información" (Guasch, 2003: 272), por lo que un museo puede -y debe- ser un medio y espacio de comunicación.

Museo Thyssen-Bornemisza Madrid

Hay espacios que no sirven para nada y es indispensable que los haya; un diálogo o conversación no necesariamente sirve, pero es imperante que como lenguaje tenga la opción de no tener que hacerlo.

El templo secular de fuego y riqueza es -efectivamente- inútilmente útil. Un espacio que, ya que es necesario que sirva para algo, debe servir para enseñar a las personas que hay espacios -que existen sustantivos y verbos- que no sirven para nada y que es indispensable que los haya; un diálogo o conversación no necesariamente sirve, pero es imperante que como lenguaje tenga la opción de no tener que hacerlo -"y el diálogo sabemos que es el principio de toda auténtica comunicación"- (Hernández, 2011: 20). El museo, aludiendo a las palabras de Eugène Ionesco acerca del arte, "puede cumplir o no una función social, pero no es esta función social" (Ordine, 2018: 19) . Por lo tanto, ¿qué función social, qué utilidad o qué servicio puede proporcionar un museo? ¿Qué comunicación debe ser fruto de su diálogo?

Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Sevilla

El museo, desde su nacimiento como institución ilustrada, reclama "la ética del libre disfrute", la cual permite "la construcción de una sensibilidad específica, [...] que pone en acción todos los resortes del gusto, entendido como la apropiación subjetiva e íntima de los objetos [...] que le lleva a admirar, irritarse, desconfiar o mostrar curiosidad o indiferencia frente a las obras que desfilan ante sus ojos, y, que colaboran a construir esa esfera de la intimidad, tan importante en la configuración del sujeto moderno" (Bolaños, 2003: 2). Un museo sirve para crear un entorno y resguardo sin peligro de agresión, injusticia social y desigualdad; para garantizar la oportunidad y derecho constitucional de acceso a la cultura(5). Espacio que impulsa la creación de especulaciones ociosas, desafía las mentes y conduce hacia la madurez, sirve para crear valor del saber en sí; buscando unificar la creciente parcelación y ultraespecializacion de conocimientos. Existe como institución que reivindica el carácter general de las inversiones que generan "retornos no inmediatos y no monetizables" (Ordine, 2018: 15), pero muchísimo más importantes; aunque por otro lado existe también como fuente de ingreso extraordinariamente rico, con un deber de abstener su dependencia a la economía.

The British Museum, Londres

Recipiente de energía vital más allá de la vida; es un propulsor de estímulos de lo superfluo, un centro de investigación y difusión y no "un sencillo contenedor con una más o menos errática programación" (Guasch, 2003: 279). Sirve para combatir los totalitarismos y la barbarie ya que, albergando cosas inútiles, silenciosas e inofensivas, a menudo éstos lo perciben como un peligro por el mero hecho de existir. Es un espacio anti-utilitario y un asilo de evasión en un mundo comercial y productor. Baúl de memoria histórica, sus colecciones sirven para proporcionar tanto signos, como preguntas y respuestas. Almacén de archivos 'nuestros', nos permite vernos en un otro; enseñando la tolerancia, promoviendo la curiosidad sobre las raíces que somos y excitando el interés sobre las que no somos. Debe crear libertad, que, como dicen los escritos del Pseudo-Longino, "es capaz por sí sola de alimentar los sentimientos de los almas nobles [y] dar alas a la esperanza" (Ordine, 2018: 22). Un museo es comunicación, con la función de buscar un lenguaje específico como diálogo con el espectador, como inmersión en un mundo ajeno al de éste; haciéndolo participar en la búsqueda de comprensión de un "espíritu" que no es de su tiempo (6).

Un museo es comunicación, con la función de buscar un lenguaje específico como diálogo con el espectador, como inmersión en un mundo ajeno al de éste; haciéndolo participar en la búsqueda de comprensión de un "espíritu" que no es de su tiempo

Museo Nacional de Pekín

En un mundo cada vez más globalizado y homogéneo -pero extremadamente atomizado- donde nuestro tejido social occidental se deshace paradójicamente, un museo nos sirve para poner las 'cosas' en perspectiva, ayudando a que nuestra sociedad no se desintegre más de lo que está: donde, a pesar de estar más conectados que nunca, faltan proyectos y espacios comunes y cohesión de ideologías, y sobran poderes anónimos y abstractos, haciendo del museo un faro entre mares tormentosos. Definitivamente puede -debe, tiene que- servir para ayudar a luchar en contra de una sociedad obsesionada por el beneficio que mata lo gratuito y la concepción inofensiva de lo inútil; creando una nueva relación entre cultura y sociedad de consumo, sin subordinarse a ella. Portal del tiempo, donde los artefactos, el arte y las ideas se comunican entre sí y se comunican con nosotros, sin él sólo quedaría una sociedad enferma, inculta y sin memoria que -paradójicamente- acabaría viéndose a sí misma y a la vida como una masa ilegítima aglomerada e incoherente, propiamente inútil e implosiva.

... haciendo del museo un faro entre mares tormentosos ... 

Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Nuestro mundo es semiótico, donde el lenguaje es una forma de opresión y liberación; la base de cualquier sistema, pensadores posmodernos y posestructuralistas como Saussure, Heidegger, Derrida, Foucault o Baudrillard darían fe. Porque el problema, aunque herencia ilustrada, es nuestro: por deformar los conceptos clásicos, puros y estéticamente vitales de la utilidad, función y curiosidad; por recurrir a viejos pensamientos ilustrados y déspotas de progreso, razón, y antropocentrismo rancio; o por creer que la evolución, la producción y el diálogo son rutas lineales. Porque no hay que ir hacia ningún lado, sino volvernos; volvernos en profunda reflexión -como la energía transformada- hacia el pensamiento, la sensibilidad, la curiosidad y el conocimiento como fines en sí mismos. Heidegger estaría de acuerdo en olvidar la utilidad técnica y buscar nuestra autenticidad; Nietzsche y Foucault en que nos volviésemos para así desenterrar ideas, conceptos y ejemplos pasados que pudieran ayudarnos a mejorar la vida de nuestros propios tiempos. 

No hay que ir hacia ningún lado, sino volvernos; volvernos en profunda reflexión -como la energía transformada- hacia el pensamiento, la sensibilidad, la curiosidad y el conocimiento como fines en sí mismos.

CaixaForum Madrid

El museo es clave para volvernos hacia lo real, lejos del deterioro de nuestra estructura social distorsionada, decorada, rimbombante, mafiosa y nihilista; para dejar de ser simulacro y código hiperreal, a punto de olvidarnos a nosotros mismos. El museo y sus exposiciones son conversaciones que buscan "transmitir opiniones sin falsearlas ni desnaturalizarlas", o como diría Szeemann, el museo es el último refugio de la fragilidad y de las no-certezas (Bolaños, 2003: 9-10). Debe mostrar "liderazgo en la promoción del patrimonio" y, como custodio del alma cultural, "debe tener la capacidad de negociar la paz, la unidad y la comprensión en tiempos de conflicto y desorden, y de hablar cuando hay miedo y peligro en la tierra" (Arinze, 1999). Estableciendo un nuevo lenguaje de diálogo abierto, con esta sociedad global-atomizada de industria cultural, puede "convertirse en un referente cultural, orientada no sólo a la conservación de un amplio patrimonio, sino también a la difusión de sus contenidos científicos". Capaz de comunicar significados válidos e inútilidades útiles, o encuentra esta nueva y auténtica relación de comunicación o perderá sentido para la inmensa mayoría de la población, difícilmente sobreviviendo (Hernández, 2011: 11-13). Porque en un mundo donde la utilidad predomina, el beneficio ahoga y el medio suele ser el mensaje; si un museo es tanto fin como medio, ¿cuál entonces es su mensaje?»

O encuentra esta nueva y auténtica relación de comunicación o perderá sentido para la inmensa mayoría de la población, difícilmente sobreviviendo.

Porque en un mundo donde la utilidad predomina, el beneficio ahoga y el medio suele ser el mensaje; si un museo es tanto fin como medio

¿cuál entonces es su mensaje?



Isabella S. Casto Salvucci


NOTAS AL PIE:

  1. "El medio es el mensaje" es una frase de Marshall McLuhan, quien la introduce en su obra Understanding Media: The Extensions of Man (1964).

  2. Museo como f in y medio del conocimiento y de las artes, se refiere al hecho de que -a menudo- el museo es la última parada de obras y conocimientos albergados para la posterioridad. Además de ser un 'fin' físico literal, también es un medio; un espacio donde la utilidad del conocimiento y las artes trabaja de manera activa -una herramienta del que éstos puedan hacer uso para cumplir así su intención, sea cual sea esa intención-.

  3. Definición vigente desde el 24.08.2007, Definición de museo - ICOM (Acceso 25.05.2020).

  4. Definición de Museo -ICOM. (Acceso: 25.05.2020).

  5. CE (1978) Artículo 44.

  6. Destacamos a A. Riegl en este ámbito museológico por revolucionar la manera de percibir y exponer los objetos; redefiniendo las salas por contextos temporales y atmosféricos y permitiendo al visitante sumergirse en el espíritu del tiempo.

FUENTES:

  • Arinze, E.N. (1999). The role of the museum in society. Museums, Peace, Democracy and Governance in the 21st Century. Georgetown, Guyana: Conferencia pública en el Museo Nacional.
  • Bolaños, M. (2003). La exposición como utopía. Resumen de dos experiencias. Arte contemporáneo y museología crítica, Zaragoza.
  • Flexner, A. (1939). The usefulness of useless knowledge. Harper's Magazine.
  • Guasch, A.M., et al. (2003). La crítica del arte: historia, teoría y praxis. Barcelona: Ediciones del Serbal.
  • Hernández, F. (2011). El museo como espacio de comunicación. Gijón: Ediciones Trea. pp: 17 - 100.
  • Tatarkiewicz, W. (1991). Historia de la Estética I: La Estética Antigua. Danuta Kurzyca (trad.). Madrid: Akal.
  • Ordine, N. (2018). La utilidad de lo inútil. Manifiesto. Jordi Bayod (trad.). Barcelona: Acantilado.
  • Perniola, M. (2011). La Sociedad de los Simulacros. Buenos Aires: Amorrortu.