La Luz y su voz
Nos situamos en la Edad Media: un periodo histórico que abarca más de un milenio, partiendo desde la polémica caída de Roma y culminando en una fusión con la nueva era humanista del periodo Renacentista. La Edad Media, antes despectivamente denominada La Era Oscura, será una de las épocas históricas de más impacto y trascendencia en la cultura occidental tal y como la concebimos hoy. Desde la recogida y salvaguarda de textos clásicos o el nacimiento de una de las religiones más poderosas y omnipotentes del mundo, hasta los 'Neos' surgidos en el siglo XIX con el apogeo del individualismo y la potencialización de los nacionalismos, la Edad Media ha servido no sólo de eslabón histórico esencial en la concepción del mundo occidental, sino también como fuente de inspiración, reflexión y constante renovación en cuanto a su interpretación; en ningún caso merecedora de una etiqueta tan simple como la de época oscura.
Ramón Valle-Inclán, «Vitrales», pertenece al poemario El pasajero (1919). Es la Clave XV de Claves líricas, Madrid, 1930, que comprende sus tres libros poéticos: Aromas de leyenda, 1907; el poemario citado y La pipa de Kif.
A continuación, nos enfocamos en la evolución de La Luz dentro del campo de la filosofía y la estética, comenzando por Platón, uno de los padres de la filosofía, y finalizando con Abad Suger y San Bernardo, los dos creadores más conceptuales del Mundo Gótico en la Baja Edad Media. Cabe destacar que, en el campo de la filosofía del arte y de la estética, resulta imposible no tratar el concepto de la belleza, ya que la estética tiene como uno de los objetos de estudio la belleza y la capacidad del ser humano de apreciarla; lo bello, por lo tanto, parece necesaria de tratar, y solamente a partir del concepto de lo bello podemos entender el rol de la luz en cuanto a su participación en ello.
En cuanto a los orígenes de esta Estética de La Luz Medieval, incluso antes de hablar de Platón, cabe destacar la importancia de la luz en civilizaciones del mundo antiguo. Estas civilizaciones muestran su interés en la luz y dejan ejemplo de ello en la existencia de deidades como Ra en Egipto o Baal en la cultura semita. Además, cabe destacar referencias a la luz, recogidas en la propia Biblia de tradición judeocristiana, como versos del Libro de Génesis con la frase "hágase la luz" (Gén, 1:3), añadiendo que "Dios vio que la luz era buena" (Gén, 1:4); o en el Libro de Juan cuando Jesús afirma que es "la luz del mundo" y que "aquel que [le] siga no andará en las tinieblas, pues tendrá la luz de la vida" (Juan, 8:12).
Por lo tanto, la Estética de la Luz (también llamada metafísica de la luz o teología de la luz) es una corriente de pensamiento dentro de la filosofía estética de la Edad Media, identificando la luz con la belleza divina, desarrollándose dentro de la filosofía escolástica pero sin renunciar a la fe y, finalmente, influyendo en enorme medida a todo el arte medieval.
Platón
Resulta coherente trazar a la luz como concepto estético hacia el mismo Platón (427-347 a.C.), aunque, como diría Juan Plazaola: "para algunos, Platón no tiene estética alguno, aunque para otros, su metafísica entera puede concebirse como una estética".
Ante todo, cabe destacar la influencia que Platón bebe de Pitágoras y la Escuela Pitagórica en cuanto a su visión formalista de la realidad, la teoría del alma armónica, la teoría de las ideas y la teoría de que todas las cosas están participadas por el número. También cabe destacar la influencia enorme de su maestro Sócrates, a quien no sólo podemos atribuir la noción suprema e intraducible de kalogathia (bello y bueno), sino también el método de la mayéutica (o método Socrático), el cual consiste en realizar preguntas hasta descubrir conceptos latentes u ocultos en la mente.
¿Sabías que el término de mayéutica encuentra su etimología en el griego μαιευτικóς, maieutikós, «perito en partos»; y μαιευτικη´, maieutiké, «técnica de asistir en los partos»? Es decir, el método socrático que recoge Platón, significa literalmente "dar a luz".
La belleza, para Platón, puede concebirse como lo bello en sí, la belleza metafísica y la belleza matemática-cuantitativa; es decir, uno -belleza si una forma coincide con su idea arquetípica-, dos -belleza como reminiscencia de la belleza eterna y verdadera que existe por sí misma- y tres -belleza que requiere el orden y la armonía de las partes-. En definitiva, todo lo que es bueno, es bello, y lo bello tiene su medida. Todo lo que es bueno y bello, es verdadero, y la verdad parte del Mundo de las Ideas (de la razón y la inteligencia), del arquetipo, y no del Mundo Sensible (de los sentidos).
Por lo tanto, Platón fue el origen de dos de las teorías sobre la belleza más defendidas a lo largo del devenir histórico: la belleza como armonía y proporción y la belleza como esplendor. Este concepto de belleza como esplendor es lo que nos resulta especialmente interesante, ya que se asocia el esplendor con la luz: el esplendor como circunstancia de ser una cosa espléndida, bella o lujosa, o como el brillo intenso o luz muy clara que despiden ciertos cuerpos. Este esplendor como belleza, verdad y lo bueno, lo recoge Platón en su Alegoría de la Caverna o Alegoría del Sol, donde el sol es el símbolo supremo de la Idea del Bien.
Plotino
Dando un salto temporal hacia la plena decadencia moral del Imperio Romano, Plotino (204-270 a.D.), además de realizar una obra bastante fiel a Platón, de Aristóteles toma ideas, de los Estoicos realiza críticas por su concepción materialista del universo y, poco a poco, termina unificando un sistema sobre la idea fundamental del uno. (La idea del uno es un heredero directo de la idea del bien de Platón. Uno, bien, Dios, etc. todos son sinónimos).
De este uno procede la inteligencia y el mundo inteligible, la cual se convierte a su vez en creadora mientras engendra el alma. Este alma busca las ideas en la propia inteligencia del hombre, y como dice Plazaola, "el fruto de esta reflexión no son las ideas mismas, sino sus imágenes". Es decir, mientras el mundo inteligible (la razón) crea el alma, el alma es la creadora del mundo sensible (los sentidos). Por lo tanto, este uno, en un necesario y eterno proceso descendente, emana el mundo sensible hasta sus últimas especies, a través de una tiniebla a la que llegan las últimas proyecciones de esta primera luz. Este mundo que percibimos a través de los sentidos es defendido por Plotino como un verdadero cosmos: un todo armonioso y bello que procede del primer principio del uno. Un cosmos sensible que, bien como se percibe en el mundo físico que nos rodea, tiene como epicentro la unidad, el bien -la luz-. (La luz, heredero del sol de Platón).
En cuanto a la originalidad de Plotino, cabe destacar dos aspectos:
En primer lugar, defiende la idea de que la belleza de los cuerpos no consiste en cualidades de materia sino en participación de un arquetipo o forma ideal, lo cual sería una característica constante durante el resto de la Edad Media ("el bien no necesita de lo bello, mientras que lo bello necesita del bien"). Por otro lado, destacamos la distinción entre el bien y la belleza, tratando a la belleza como un resplandor del bien, anunciando al filósofo posterior -Immanuel Kant-.
Para Plotino, la belleza es algo objetivo pero inefable, que se encuentra en el uno. Al encontrarse en el uno, el primer principio de todo, Dios o como lo quieras llamar, se encuentra en todo lo que podamos percibir en el mundo físico de nuestros sentidos. La belleza existe mediante el resplandor del bien cuando una forma ideal o una idea del uno se realiza en una cuerpo físico; es decir: las cosas son bellas de manera objetiva simplemente por el hecho de existir como la encarnación de una idea del uno supremo.
Así, partiendo de la idea de Platón, se ve como Plotino pasa del concepto de la belleza como forma ideal a una concepción de belleza sensible como expresividad: es el resplandor de la idea. El resplandor de una idea o el reflejo de luz primordial es la definición de la belleza de los cuerpos sensibles.
San Basilio
Aunque San Basilio (329-379 a.D.) asume el concepto griego de la belleza, tenía un matiz doble en el sentido de que reflejaba en un pensamiento la dualidad de las corrientes principales de la estética griega: por un lado sostiene la belleza como relación conveniente de partes y propia de objetos compuesto, por otro lado sostiene la opinión de Platino en que la belleza se ve como una propiedad de las cosas simples.
Sin embargo, interesa más trazar la segunda línea de pensamiento, donde San Basilio sostiene que la belleza reside en cosas simples, destacando ciertos ejemplos como los del oro o el sol. Según San Basilio, el oro sería hermoso no por su proporción sino por su color, por lo que el sol o el lucero serían bellos por su centelleo.
Pero si la belleza corporal recibe su ser de la mutua proporción de las partes y de la belleza cromática que salta a la vista, ¿como a propósito de la luz, cuya naturaleza es simple y formada por partes semejantes, la noción de belleza conserva su valor? ¿No es acaso porque la proporción de la luz se testimonia no en sus propias parts, sino en el aspect situado y dulce que se ofrece ante la vista? Así, en efecto, es hermoso el oro, no por la proporción entre sus diferentes partes, sino sólo por su belleza cromática, con la que seduce y encanta a la vista. Y el lucero de la tarde es el más bello de los astros no por la proporción que existe entre las partes que lo componen, sino por la claridad serena y dulce que derrama ante nuestros ojos. Además, el juicio de Dios sobre la belleza no ha tenido lugar exclusivamente con la mirada puesta en el placer de la vista, sino previendo también la utilidad que de ella derivaría en el futuro. Todavía los ojos no eran capaces de juzgar la bellez de la luz.
- Basilio de Cesarea, Homilia in Hexaem., II, 7 (P.G. 29, c. 45).
Dionisio Areopagita
La estética de Pseudo-Dionisio (V - VI d. C.), o Pseudo-Areopagita, un cristiano platónico anónimo, constituye una particular fusión del pensamiento cristiano con la tardía filosofía griega, especialmente la neoplatónica. Esta relación entre el cristianismo y el neoplatonismo se basaba en dos conceptos: el concepto religioso de Dios, de las Sagradas Escrituras, y el del Absoluto, asumido de los griegos. Reuniendo estos dos conceptos y creando uno sólo en su idea de lo bello, las consecuencias de Pseudo-Dionisio en la práctica artística cristiana serían transcendentales.
En primer lugar, de la belleza se elimina lo superfluo, buscando amarla, observa y aspirar a ella; la belleza se considera como algo absoluto. Por otro lado se empieza una marginación de la belleza sensible, potenciando la concepción de la belleza sensible en un sentido simbólico; ahora el sol se representa como símbolo del creador o de Dios. Además, el concepto de belleza como luz (en el sentido de la emanación) será importante para la estética de este momento y del resto de la Edad Media, participando de la belleza no como una experiencia estética sino como una especulación; la belleza no se da a través de los sentidos, sino que se percibe por la inteligencia y es mental.
Por lo tanto, Pseudo-Dionisio traza una línea paralela al estoicismo platonizante, donde la sabiduría es la que realiza la mutua simpatía y armonía de todo como una sola esencia: en este caso el símbolo de la esencia es el sol. Será a partir de este símbolo fundamental del sol, que Pseudo-Dionisio desarrolla toda una Estética Teológica de la Luz, donde el amor a la fuente de la luz corre paralelo a la iluminación que reciben los seres; donde la belleza es armonía y resplandor, participación de la belleza simple e infinita de Dios.
Lo bello trascendental se llama belleza por la hermosura que propiamente comunica a cada ser como causa de toda armonía y esplendor, alumbrando en ellos porciones de belleza a la manera del rayo brillante que emana de su fuente, la luz.
- Pseudo-Dionisio, De divinis nominibus, IV, 7 (P.G., c. 701).
Pero Pseudo-Dionisio fue más lejos que sus predecesores, identificando, considerando y fusionando a lo bello y a lo bueno como una entidad única.
Por otro lado, el concepto de belleza como luz en el sentido de la emanación (recogido de Plotino) parte de la premisa de que el ser tiene la naturaleza de la luz y emana como esta, comparando la belleza absoluta y su emanación de lo bello con la luz, asentando este concepto de luz como concepto fundamental de toda la estética medieval. A partir de esta definición y la unión con el concepto tradicional de la belleza como armonía, quedó definida la belleza como Consonantia et Claritas, es decir: belleza como armonía y luz, o como proporción y claridad.
Esta teoría de la emanación y de la luz, presentada casi accidentalmente por el autor cristiano anónimo, se puede considerar como una de las teorías más influyentes y duraderas en toda la historia de la estética de la Baja Edad Media. No sólo por el hecho de haber marcado una enorme resonancia y aceptación en el pensamiento en general de la época, sino de haber destacado a la emanación de Dios dentro del mundo sensible, provocando toda una tradición de rendición de culto a las imágenes que dura vigente en nuestra cultura occidental incluso a día de hoy.
San Agustín de Hipona
Si se tuviera que elegir lo que desarrollaría principalmente San Agustín (354 - 430), en cuanto a la Luz y a su estética, podríamos hablar de la función de esta. La función de la luz divinas como el hacer posible el conocimiento. Mediante esta luz, por lo tanto, se puede llegar a conocer; luz es conocimiento.
Para San Agustín Dios era para el alma lo que el sol es para el ojo, creando una gran dependencia entre una analogía ya existente entre la visión física y la visión mental. Dios no sólo es la verdad en la cual y gracias a la cual todas las verdades son verdaderas, tampoco es solamente la sabiduría o el conocimiento mediante la cual todo hombre puede llegar a ser sabio o a obtener conocimiento; sino que Dios es también la luz en la cual, gracias a la cual y por medio de la cual todas las cosas inteligibles son iluminadas. En conclusión, Dios es la sabiduría y la luz por la cual todo lo inteligible es iluminada y accesible.
Robert Grosseteste
A partir de este momento nos adentramos en la Baja Edad Media, donde gracias a textos aristotélicos recuperados mediante las traducciones de textos filosóficos árabes, se empieza a considerar a la vida desde una perspectiva más "científica". Es ahora cuando hay avances de la ciencia en materias como la óptica y la física de la luz, cuando la belleza del color se vuelve un tema de gran interés y cuando la luz como símbolo de divinidad cobra máxima importancia.
"La luz es lo que más embellece las cosas y muestra su hermosura"
- Robert Grosseteste, Commentarii in Divina nomina, IV.
En su Historia sobre la Estética de la Edad Media, De Bruyne señala que Grosseteste (1175 - 1253), escolástico franciscano, "copia a Basilio y a Ambrosio en su Hexaëmeron. Aun sin las proporciones, la luz es pulcra y agradable de ver. La belleza de la luz, pues, proviene no de la armonía de las proporciones o del «número, de la medida y del peso»; es, simplemente, una cualidad de su visibilidad". Más tarde, Umberto Eco destaca que "[Grosseteste] intenta resolver el contraste entre principio cualitativo y principio cuantitativo" al afirmar, en el comentario al Hexaëmeron, que la luz "es bella de por sí, «dado que su naturaleza es simple y comprende en sí todas las formas juntas». Por ello está unida máximamente y proporcionada a sí misma de modo concorde por la igualdad: la belleza es, en efecto, concordia de las proporciones".
San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino, los Franciscanos y los Dominicos.
"Como puede deducirse de las palabras de Dionisio, lo bello está constituido por el esplendor y por las debidas proporciones: en efecto, él afirma que Dios es bello "«como causa del esplendor y de la armonía de todas las cosas». Por eso la belleza del cuerpo consiste en tener los miembros bien proporcionados, con la luminosidad del color debido".
- Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, II-II, 145, 2.
En la segunda mitad del siglo XIII la escolástica se dividió en dos corrientes: una de influencia platónica y agustiniana, seguida principalmente por los franciscanos, y otra inspirada en Aristóteles, defendida por los dominicos. La primera estuvo representada principalmente por San Buenaventura, y la segunda por Santo Tomás de Aquino, en quien nos centraremos.
Santo Tomás de Aquino (1224/1225 - 1274), según Umberto Eco, trata el tema de la luz y a la claritas (mencionado antes con San Dionisio) de manera diferente. Según Eco, la claritas en el Aquinate, adquiere "un significado radicalmente distinto del que tenía, por ejemplo, para los neoplatónicos. La luz de los neoplatónicos baja de lo alto y se difunde de manera creativa en las cosas. La claritas de Santo Tomás, en cambio, sube desde abajo, desde lo íntimo de la cosa, como autodeterminación de la forma organizativa. El color y la luminosidad de los cuerpos serán, por lo tanto, consecuencias de la estructura de un organismo.
Según Santo Tomás, la belleza es el esplendor de la forma, y el poder percibir a esta belleza es una clase de conocimiento en particular. El esplendor de la forma o la belleza, es la bondad, sin embargo, la belleza lo percibimos mediante el intelecto y la bondad mediante los sentidos. Para Tomás, lo bueno, o aquello percibido mediante los sentidos, es lo material ya que nos hace desear; sin embargo, lo bello, o aquello percibido mediante el intelecto, es lo inmaterial, ya que no tiene ni provoca deseo de posesión. Por lo tanto, la belleza y la luz son símbolos de la verdad y, finalmente, la luz es una realidad física que halla en un cuerpo diáfano una disposición de ser recibida y transmitida.
Abad Suger de Saint-Denis y San Bernardo de Claraval
A partir de reformas que Suger implementa en la iglesia francesa de Saint Denis, y con influencias del Dionisio el Areopagita, Abad Suger (1081-1151) y San Bernardo (1090-1153) serían dos de los creadores más conceptuales del mundo gótico, destacando Suger por ser un personaje crucial en la configuración y el asentamiento oficial de la nueva Estética de la Luz.
"Brilla pues lo que brillantemente se une a lo que ilumina, y lo que una nueva luz inunda, brilla como noble obra".
- Abad Suger, Liber de rebus in administratione sua gestis, PL 186, col. 1229.
Suger hablaría de un Dios accesible para todos mediante la luz o el conocimiento; un dios y una sabiduría accesibles para todos, mediante la palabra y la divinidad de dios. La luz para Suger era el mismo Dios, y se podía contemplar a esta luz en los templos. La luz contemplada en los templos o catedrales góticas, se contemplaba a través de un motivo esencial para este personaje: las vidrieras. Según Suger, a través de las vidrieras la contemplación material de lo celeste era posible; el espacio religiosa transformada por esa luz era la contemplación de la propia divinidad. Esto daría lugar al fenómeno gótico de las vidrieras, donde estas catedrales, a partir de una lectura anagógica y mística, se pasaron a considerar como recintos celestes de la nueva ciudad celeste de la tierra.
En conclusión y tras un artículo tan extenso, como siempre me resulta difícil parar y no incluir los millones de reflejos, influencias, legados y manifestaciones en las que se podría indagar; por otro lado, soy consciente de que un artículo tan específico quizá no agradaría a todo el mundo. Sin embargo, esta selección de grandes y ancestrales filósofos y teólogos demuestra un hilo de pensamiento que tiene que ver con nuestra actualidad más de lo que quizá somos conscientes. Estad atentos a nuestras próximas publicaciones, donde os enseñaremos cómo se puede apreciar los destellos y las emanaciones de este pensamiento estético inteligible en la realidad de nuestro mundo sensible: literatura, cine, obras de arte -- ¡Mox adventu!
- Isabella S. Casto Salvucci
Bibliografía
- Esplendor. (n.d.) Gran Diccionario de la Lengua Española. (2016). Acceso 16 de Febrero, 2020, de https://es.thefreedictionary.com/esplendor
DE BRUYNE, E., Historia de la Estética: La antigüedad cristiana. La Edad Media. BAC, Madrid, 1963, tomo II (y último).
ECO, Umberto. Arte y belleza en la estética medieval. Ediciones Debolsillo. Barcelona. 2012.
GARCIA, Andres E. Agustinismo Protestante: La Teoría de Agustín sobre la Iluminación Divina. 2018. Acceso, 2020.
PLAZAOLA, Juan. Introducción A La Estética: Historia, Teoría, Textos. Universidad de Deusto. 1973. Cuarta Edición. 2012.
TATARKIEWICZ, Władysław. Historia de la estética II. La estética medieval. Madrid, Ediciones Akal. 1989.
- TATARKIEWICZ, Władysław. Historia de seis ideas. Madrid, Editorial Tecnos. 1987.
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