«Renfield», la película que ver si te gusta el cine de vampiros, pero ya no te lo tomas en serio

15.01.2024

La redactora Laura C. Martínez critica la película 'Renfield', una adaptación muy particular del célebre vampiro.

Cartel promocional de la película 'Renfield'.
Cartel promocional de la película 'Renfield'.

El desarrollo del género del cine y las series de vampiros desde mediados de los 2000 ha pasado por la saciedad llegando al hartazgo. Y cómo no, explorando el concepto y dando de sí las posibilidades que estas archiconocidas criaturas de las sombras pueden ofrecer.

Por hacer un repaso, es menester empezar a hablar de las claras alusiones mormonas en la saga Crepúsculo, aunque nos hayamos quedado con la imagen de Robert Pattinson personificando la famosa canción de Alberto Gambino. Pero el cine y la televisión de vampiros asociado al público adolescente ha orbitado, sobre todo, en torno al sexo y las relaciones, manteniendo un patrón abusivo que a día de hoy nos despierta sentimientos contradictorios: hoy ninguna queremos un Edward Cullen, mucho menos un Damon Salvatore o un Bill Compton, para quienes conozcan, además, True Blood. Probablemente hoy muchas pongamos la mira en Buffy Summers y no tanto en cualquiera de los ejemplos mencionados, pero tampoco en Spike ni en Angel, por seguir con la serie de los noventa que no sólo dejó un agujero en Sunnydale, sino que marcó a la generación del final del milenio.

El caso es que el cine de vampiros ha sido tan plural como variada ha sido la temática en torno a la que ha orbitado. En los noventa, Blade no sólo nos daba una de las imágenes más icónicas del cine de vampiros con la encarnación de Wesley Snipes, también mostraba el sentido moral del vampirismo y la culpa. Todo ello aderezado con lucha, techno noventero y la escenografía del mundo de los vampiros como lo más «bajuno» de la sociedad; lo escondido, lo pútrido. Y aunque la moralidad del vampirismo se haya repetido en casos posteriores, porque incluso en Crepúsculo, True Blood o Crónicas Vampíricas, se han sacado a relucir cuestiones como el alma o el verse a uno mismo como un asesino en serie, creo que Blade ofrece esta misma cuestión desde una perspectiva más «fiable». Es Blade el que se cuestiona su naturaleza y la moralidad de su misma existencia, siendo él mismo quien toma la iniciativa de aniquilar a los de su especie. En los otros casos, lo que se entiende, realmente, es la visión de ella de ese debate existencial de él, el choque entre la creencia «moderna» de la protagonista frente a la mentalidad que se plantea conservadora y de valores «rígidos» de él. Lo que nos llega es el choque, pero no tenemos de primera mano ese debate interior.

En los años siguientes, entrando ya en la década de 2010, las productoras se cansaron de darle a las adolescentes novios vampiros y buscaron enfocarse en un público más adulto. Con ello hemos visto a Abraham Lincoln cazando vampiros, pero también la pretensión de contar la «verdadera» historia, lo que para mí resultó ser una cursilería que no llega a gótica y que nos podríamos haber ahorrado. Honorable mención a la delicia que resultó ser Una chica vuelve sola a casa de noche, la desvergonzada ópera prima de Ana Lily Amirpour donde resuenan ecos de Lynch y las novelas gráficas. Sin embargo, la gran revelación de la década fue Lo que hacemos en las sombras, una comedia que ni se tomaba en serio a sí misma ni mucho menos a los vampiros. Y creo que esa es, precisamente, la gran baza de Renfield.


McKay, 2023, 00:01:59.
McKay, 2023, 00:01:59.

Creo que lo último que me esperaba del cine en 2023 era ver a Nicolas Cage encarnando al archiconocido conde Drácula, menos aún que fuese en una película que no sólo le deja en un segundo plano, sino que lo retrata como malvado y no expresamente por su naturaleza vampírica ni el detallito de alimentarse de gente. Hace unos años que veo en la librería un ejemplar titulado El vampiro que, si no recuerdo mal, explora el concepto del vampiro a través de distintas materias: economía, social, relaciones… Quizá la mitad de este recuerdo sea una invención que mi mente quiere colar para que este artículo tenga sentido. El caso es que una de las expresiones que he venido escuchando en los últimos años es la de «vampiro emocional», ese tipo de persona tóxica que acaba absorbiendo quién eres, drenando tu energía vital, tus aficiones, sentimientos y relaciones para acapararte y retenerte. Y lo que Chris McKay nos da en esta entrega no es otra cosa que una analogía de las relaciones abusivas a través de la figura de Renfield, el sirviente del Conde.

El inicio de la película ya promete: Renfield asiste a un grupo de apoyo porque siente que algo está mal en su relación con el Conde y necesita la fuerza para salir de ahí. En este punto, al menos yo, encuentro varias nociones que tener en cuenta. La primera es que en este viaje del personaje, lo que en el fondo subyace es, de nuevo, la moral. El principal problema de Renfield es su sentido del deber y la moral ante el deber satisfacer las necesidades de un Conde insaciable que le pide más y más víctimas inocentes para recobrar su poder. Pero también la culpa porque su avaricia le llevó a abandonar a su familia, con ansias e ínfulas de una vida mejor y, con todo, se encuentra que no sólo no tiene esa vida ideal, sino tampoco a su familia.


McKay, 2023, 01:07:23
McKay, 2023, 01:07:23

Sin embargo, esta analogía se hace muchísimo más elocuente cuando nos damos cuenta de que el quid de la misma recae en el sentimiento de alienación de un trabajador. Renfield no es otra cosa que un trabajador que ha dejado de sentirse realizado con la labor que desempeña, deja de percibirse como una persona propia, con ideas y sentimientos, y toma conciencia de cómo su trabajo —ser sirviente del Conde— le está absorbiendo hasta prácticamente ser una extensión de él. Lo que vemos en esta hora y media de metraje es el «darse cuenta» de Renfield y su esfuerzo y éxito en emanciparse de esa circunstancia. Por otra parte, resulta irónico que la dieta de Renfield se base en insectos, siendo que el mayor parásito que tenía cerca era Drácula. Eat the rich y todas esas cosas. No en balde, que la fuente de poder de Renfield sean los insectos resulta otro guiño curioso a los clásicos del género, en este caso al metraje de 1992 y a Tom Waits, quien encarna a Renfield en la obra de Coppola.

"La película no se toma en serio ni a sí misma, ni a los vampiros".

La película se rompe cuando entra la trama policíaca. Desplaza la atención de Renfield y busca otro matiz sobre la moral. El personaje de Rebecca Quinzy me parece una fusión entre Rosa y Peralta de Brooklyn-99, pero su trama es un cliché manido: un padre policía asesinado, la necesidad de validación de sus superiores y el desengaño por estar trabajando rodeada de policías corruptos. Lo que grita toda esta parte de la película es not all cops are bastards y lo único que «salva» esta propaganda es su retroalimentación con la trama de Renfield. Trama que, en realidad, le sirve de pretexto para que el espectador comprenda los paralelismos entre ambos personajes: el debate moral, el hastío, el querer más y saber que se puede llegar a ello, pero tener la bota en la cabeza. Con esos ingredientes habría sido tan sencillo que los guionistas y el director hubiesen decidido crear una relación amorosa entre ellos que el resultado sí que sería catalogado de película de terror. No quiero pensar y espero que no hubiese lecturas románticas que me he dejado atrás, pero al final la relación que se construye entre Quinzy y Renfield es una basada en el entendimiento, manteniendo las distancias entre las circunstancias de cada personaje. En ese sentido, el personaje de Quinzy constata su peso y considero que, pese al puro cliché de su trama, ese paralelismo entre ellos hace que apenas con unos datos de ella su personaje sea sólido, consistente y consecuente.


McKay, 2023, 00:53:44
McKay, 2023, 00:53:44

Ahora bien, quitándole todo el peso a esta parrafada, la película no se toma en serio ni a sí misma, ni a los vampiros. Que es el punto al que pretende llegar este artículo. Y qué gusto da ver una película que puede ser, simplemente, disfrutada. Las referencias al cine clásico de vampiros las podemos considerar un pequeño homenaje o, más bien, un recordatorio de dónde viene el género para dar paso a una película donde Drácula ya no es el protagonista de la historia. Y, al menos en mi caso, me quedo también con la analogía de la lucha de clases que me remite la trama de Renfield.

El título podía ser su mejor premisa: Renfield. Desplazar el foco del Conde ya da pistas de que tenemos que entrar a verla habiendo hecho borrón de lo visto sobre dicho personaje. Es frívola, gore, sangrienta y carente de ínfulas ni pretensiones, al final es una película genuinamente divertida y fácil de ver, incluso tiene esa «casposidad» de algunos efectos especiales que, por algún motivo, nos reconfortan.


Laura C. Martínez


Fuentes:

Imágenes: McKay, C. (Director). (2023). Renfield [Film]. Universal Pictures.

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